Lo que circunda



con la clarividencia de los versos


que nos circundan.
H. DS.

Lo que circunda


Era fragilidad y pecho roto,
apenas rostro cansado en la pausa de octubre
y todas las palabras podían hacerse látigo
o mano que se suelta
y abandona.

Temía tanto creer a los gestos 
y a la lista de canciones que aman eternamente
que una vez que lo hice
no supuse necesidad de alas
cuerpo, ansias de la jabalina perfecta
o espera,
huso horario y tantas vallas que atravesar
en medio de la nada.

Era fragilidad 
y solo el beso de tu beso
encendió el sol del otro lado del hemisferio
y anhelé alcanzarte en esas orillas
a ciegas
a solas
a espalda de este sur 
y a medio andar dependiendo  
de internet y de  las redes.

Pero resulta que era fragilidad de lo único 
que no se iba a quebrar: 

amarte aun si se abre mi corazón
en la misma cicatriz que va a doler.

Mientras




Se arrebata la tarde
mientras siembro tus versos en mis sienes

mientras

mis decapitaciones se suceden circulares
en un patio de muros inmensamente altos

mientras

una tormenta canta en la distancia

y la sangre se cuelga
sobre los pájaros que pasan
con la clarividencia de los versos
que nos circundan.

 

Si estás ahí


Cada vez que me hice pequeñito
- en posición fetal de lágrimas y espanto-
fue tu voz la canción y la cobija
para mis noches de inusitado invierno
H.S.


Si estás ahí 


Cuando incluso el tiempo nos opone
en la incoincidencia de los sueños,
saber que duermes 
mientras te amo en mis poemas
y luego, tú puedes velar en mi vigilia
con el verso de un te quiero, 
me devuelven a la fe
de esos círculos deseados
que derriban su aroma al miedo.

Saber que te acompañó mi voz
y fue caricia su sonido desprovisto de mi boca,
tiene de magia y de fracciones
que quieren seguir siendo de pulpa y grana
tibieza como mi manta menta
y la suavidad de mis manos.

Si supieras que ser abrazo
aún en la decadencia de la historia
era mi palabra húmeda
mi lluvia declarada,
mi deseo por sobre cualquiera de las ramas,
que era felicidad saberme necesaria.

pero que hoy también yo 
tengo mi escudo fetal 
cuando oigo los rugidos
de todas las mujeres que arañaron,
gatos o pumas en el aire,
que arañaron cada amor
que arañaron
y este amor,
que ha sido todo fragilidad 
y lo impalpable como único asidero,

si supieras que yo misma desconozco
el miedo cuando es grito
o celos palpitando, 

tomarías mi mano y estarías ahí
para acallar ese dolor
con el abrazo fuerte del que ama
esa necesidad de necesitar amar
tanto como la mía.


Todo




Todo

Todo se transformó

en poemarios para los insomnios

y tu voz siempre vino como escudo
para mis pesadillas.

Cada vez que me hice pequeñito
- en posición fetal de lágrimas y espanto -
fue tu voz la canción y la cobija
para mis noches de inusitado invierno

y para aquellos mundos
que son inabarcables
y
no son sólo palabras
que suelen ser palabras.

Dentro c'é tutta mia decadenza
la mia resa,
l'uomo in stato grezzo in attessa
del silenzio che possa

chiamare 'nostro'

Eres mi ciudad




hasta hacerte mujer de pulpa y grana
para, al besar tu piel, decir tu nombre.
H. DS.


Eres mi ciudad


Una ciudad que despierta a la utopía, 
ahí donde eres, único yo amado
con tu canto lumínico anhelado,
hacedor de mi asombro y poesía.

Tu pecho es mi Laponia, melodía
del sol que en su descanso enamorado
reaviva el abrazo tan ansiado
que imagino en mil formas cada día.

Y te busco ciudad en obra humana
para salir a andar por la mañana
nuestros nombres regados de rocío
con la tierra en la tierra del estío

o en el tiempo del tiempo de tu boca
sintiendo que es mi hombre quien me toca.


Te soñé de nuevo



Te soñé de nuevo

Toda envoltura, te soñé de nuevo
grimorio del asombro y de la tarde.
La domesticadora de mis antes
de todos los despueses, sortilegio.

Eras ventana abierta en libre vuelo
por encima del tiempo y los lugares
formados como lágrima que cae
en el sur de mi vida, desde un verso.

Eras lluvia en la vid y toda espera
en el azul tantán de las campanas
amando mis cansancios y erosiones.

Y soñaré de nuevo mientras pueda
hasta hacerte mujer de pulpa y grana
para, al besar tu piel, decir tu nombre.


¿Habrán respuestas?



Y cuándo yo, cansada sombra,
alimentada y llena de la propia sustancia

¿lumínica?
H. DS


¿Habrán respuestas?


Voy hecha de todas esas preguntas 
que brotaron siembra imposible
en mi desierto, entre las piedras,
temerarias,
en los restos de tierra o jardín
y aún en la maceta más insignificante
sin que yo misma fuese arraigo de tus aguas,

tan solo este largo dolor de tierra árida
antes del beso de la lluvia.

Dime, 
si cabían ahora las respuestas, 
si los límites ya dejaron el poema
y si sería mi mano junto a la tuya
esa forma en que iban a saciarse
todas mis sed de palabras,
descongelándose
como las distancias
aquí en mi boca.

Gota que cae





Gota que cae

Y cuándo yo, sospiro tratenutto,
gota que existe mientras cae
si queda siempre así
sostenida y temblando,
un estar sin estar, en una forma
que no deforma el sinsentido,

sin caer en silencio y sin objeto.

Y cuándo yo, cansada sombra,
alimentada y llena de la propia sustancia

¿lumínica?

cayendo en el vacío, oscuramente.

Búscame




morí  por no poder quedarme en mí
o en el otro lado de la lluvia
H. DS,


Búscame


Tampoco supiste de mis muertes
y mi sed de lluvia 
mientras se me hizo desierto
el fondo de tu copa.

Pero sé que sabes de estos círculos
que aun merodean mis pechos
cuando son dulcificación de los ojos
en que ovulan mis aguas,
mis cauces como si una Valdivia de niebla
emergiera
fluvial por la piel, mi sexo y mi lengua
cuando es tu voz
cayéndome como gota.

Y si hoy supiera que estarás para mí
sosteniéndome en tu mundo
que es tu pecho en el ritmo del mío
y que me cubrirás feliz, tú, 
boca, respiración 
y mirada que recibe,
te diría:

ven por mí, 
búscame,
tómame
y déjame ser estallido de luz
que va a derramarse 
desde las venas de mis versos 
a tus besos.

Así


Así


me fui juntando pieza sobre pieza
recomponiendo cuadraturas
y tantos yoes mal templados,
inacabados e inexactos
hasta reconstruirme en ti.

No morí de salario

morí por no poder quedarme en mí
o en el otro lado de la lluvia.


Mis preguntas


Cuando tu nombre andaba por mi boca
los silencios no fueron soledades 
H. DS.

Mis preguntas por el adónde de la soledad


¿Adónde este mundo cuadrado
pequeñito, como de caja de cartón
para guardar el tiempo
de trece por dieciocho
de mis septiembres en sepia?

Adónde las otras,
las que no fueron fotografía
ni superficie de espejo
ni eco de entrañas inaugurándose
para albergar la lumbre.

Adónde es que voy siempre
vértice de algo
harina o polen del instante de pan
que no es masa ni mitad
o sueño
donde ser sonrisa detenida.

Y más ahora, adónde
estas manos sujetadas
estos ojos que se apagan, esta boca
esta sed de lluvia
y estos pies tan lejos de Valdivia
y este beso 
y este beso...

que es un aquí partido,
geografía de álbum
y mordaza y hambre
de algún adónde que no sea el oír
en esta caja
cómo cae arrugado,
el universo.


Cuando tu nombre andaba por mi boca



Cuando tu nombre andaba por mi boca
la tierra húmeda y la yerbabuena
era el sabor de todas mis mañanas
la ciudad la inventaba en cartulinas
con creyones de cera y desparpajo

el campanario lo poblaba de palomas

por verlas escapar de los tantanes
un poco antes de las seis
a los maizales puse calendarios
para emular a los carteros
y las calandrias emigraban siempre

siempre al sur de los párpados.


Cuando tu nombre andaba por mi boca
los silencios no fueron soledades
y cada niño tuvo
dos pares de esperanzas para poder correr
a la caza de nuevas aventuras
las farolas servían para guardar tus besos
y los campos de mastrantos
para evitar olor de medicinas
en el cajón de mi mesilla
de noche.

Lo sé,
no supe conciliar en mis dos corazones
la tormenta nocturna en Atacama
y el olor a café con leche triste
de cada despertar.

Oleajes


No sé por qué el vino se espesa en este vaso
y el fuego tiene rostros esta noche
en la que quiero hablar contigo
de nosotros.
H. DS.


Oleajes


Te reconozco aún en lo mío 
en estas cosas trece años más gastadas 
más solas sin los significados 
que se quebraban en tu boca 
cuando era tan fácil darle vida a la ciudad 
y habitarla de besos. 

Hoy me hallas otra vez prisionera de tu risa 
servida en esta copa 
con algo de cerveza lager y mar burbujeante de recuentos 
embriagados,
minuciosamente de uno en uno 
como se suele hacer con los nombres 
que se declaran en los para siempre . 

Si supieras... 
- y a veces creo que lo sabes - 
lo que son estas calles para la memoria, 
o las nubes con forma de letra arañando las respuestas 
o la palabra que soy bajo tus párpados. 

Por eso no es extraño que vuelvas 
como oleaje fresco a ser presente 
y te recites en un nuevo pacto 
insistiendo que tú eres el olvidable y no yo... 
si sólo fuera cuestión de cerrar los ojos 
e intentarlo. 

Lo sabes, 
no se quieren olvidos cuando es inevitable 
refugiarse en el amor que nos otorga la mirada


La palabra puede ser trinchera



Sabes que la palabra puede ser trinchera.

Debí ser mucho más que la metáfora
de las libélulas que se embelesan
danzando sobre su reflejo.

El vino tiene verbos y yo sed.

En fin, que voy y vengo en las mareas
para dejar un último después
escrito en una roca a las orillas
de esa ciudad de lluvia que tú sabes.

No sé por qué el vino se espesa en este vaso
y el fuego tiene rostros esta noche
en la que quiero hablar contigo
de nosotros.

Vúlvicos



Estábamos así, igual que siempre,

y, de repente, me nacieron
todas las culpas como un latigazo
a media espalda...
H. DS.


Vúlvicos 


¿Quién quiere incitación de la carne
para cambiar después a rosa marchitando
con una espina salpicada
de espermicida y sangre?

Lo mismo que ser piel devorada al azar
por las uñas de bestias en hambruna,
sea yo mariposa, ellas gatas o lobas.

¿A qué vaticinar el después del deseo
y sus antes de intercambios florecidos?
si todo es un acorde
de versos a horcajadas sobre las lenguas
para hacerte creer simple trofeo vúlvico
que las aprisione
ahí donde no lleguen las vistas 
de la que porta el anillo y las llaves. 

Prefiero esta voz cítrica de nadie
ni tan siquiera mía,
nebulosamente lúbrica y reclamante
del verbo ungüento
como un jazz que me aturda
y me envuelva con esas ganas locas
de llorar
porque no huelas amor en mi despecho.

Estábamos igual que siempre



Estábamos igual que siempre,
labio a labio sonándonos un vals,
mordiendo los infiernos interiores
ya sin máscaras, libres de seudónimos,
y armados de palabras cotidianas.

Nos arrancamos verso a verso
los ojos y la piel y las ficciones
hasta quedarnos sin nosotros mismos.
Estábamos igual que siempre,
a mitad del milagro del bautismo
de todas las ciudades verticales
hechas de tiza y blancos de papel.

Los silencios crecieron cómplices
entre sus calles largas y salobres
sin más.

Estábamos así, igual que siempre,
y, de repente, me nacieron
todas las culpas como un latigazo
a media espalda,
un abandono miserable
tan lleno de concreto y de madera
infectado de cuentas por pagar
días de calendario y tanto acero.

No me puedes culpar.

Mi ficción era casa
en que habitar verdades absolutas.


Creo en la poesía



porque incluso en los puertos sucedáneos
los barcos parten y regresan
H. DS.


Creo en la poesía


Quiero reconocerte y que me reconozcas,
que los regresos sean permanencia
y sea sal la sal de las lágrimas
y de este mar que ya no quiero se interponga
entre las viejas y nuevas promesas.

Que el sol sea vida y riesgo,
lo mismo para los dos 
cuando seducen sus rayos, 
mientras transcurra
un tiempo que podamos ver
entre los árboles que también transcurran
del ocre al amarillo y al blanco 
y todas las gamas del verde
que se despierta en mis ojos
cuando siento que me miras
y el sur de mi Valdivia
me respira como tú 
tan adentro más allá de mi huesos.

Y es que quiero tanto creerle a la poesía,
porque no sabe de sucedáneos
cuando ha traspasado, el corazón,
las ciudades inventadas.

Fue mi culpa



En este transcurrir que no transcurre
no sé si voy o huyo de regreso
a tus adioses de mujer de costa
en tu ciudad de lluvias y campanas.

Se me quedaron mudas las promesas
en la fatiga de la indiferencia
y se borraron todos los dilemas
mientras caían una a una
las hojas del otoño,
yo timonel de propias hojarascas.

Fue mi culpa, lo sé.

Sucedáneo de melancolías
propias y ajenas
edifiqué tu rostro en cada muro
en los faroles de las plazas
en las antiguas catedrales
y en cada esquina de un maldito sitio
soñado, de grafito y de asombros.

Lo sé.
Me pudo la palabra que me habita
mas no pido perdón en esta noche
en la que la ciudad está de fiesta

porque incluso en los puertos sucedáneos
los barcos parten y regresan
y cuelgan besos los amantes
bajo de las farolas.

Lo que circunda

c on la clarividencia de los versos que nos circundan. H. DS. Lo que circunda Era fragilidad y pecho roto, apenas rostro cansado en la pausa...