Un día de domingo


Se fragua por las calles de Santiago,
en medio del bullicio distraído,
un algo inevitable que aún no entona
el rezo de los músicos del metro.

Trascendentes y heridos, 
como aves de obelisco,
y en pleno Parque Metropolitano,
revuelan los suspiros que se nacen
entre tú y yo.

Así va, 
plegaria y queja balbuciente,
maduro y, con las prisas de los morbos,
ya casi revelado,
el fruto con aromas de "tequieros"
sobre un labio que tiembla en las esperas,
forzando a que el sabor del beso duela
como el vuelo preciso del rumor 
de Septiembres que aún no han sido 
y que despiertan los sonrojos
delante de un semáforo
y por las calles de Santiago
un día soleado de domingo.

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