Voy, como el que aprendió de los silencios
de la ciénaga en los propios pasos,
de la ciénaga en los propios pasos,
buscando los asombros incendiarios
en la palabra apenas pronunciada.
en la palabra apenas pronunciada.
En fuga, y entre espesos batallones
de innumerables yoes malheridos,
partiendo en dos la voz y la fragancia,
lluvia precipitada del olvido.
En aquel árbol, junto a la Araucaria
que cruza el aire, vertical viajera
hacia la luz poblada de la tarde,
y en la propia oquedad que lo divide,
a edificar temblores que sostengan
el polisón herido de los versos,
Voy.
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