La palabra puede ser trinchera



Sabes que la palabra puede ser trinchera.

Debí ser mucho más que la metáfora
de las libélulas que se embelesan
danzando sobre su reflejo.

El vino tiene verbos y yo sed.

En fin, que voy y vengo en las mareas
para dejar un último después
escrito en una roca a las orillas
de esa ciudad de lluvia que tú sabes.

No sé por qué el vino se espesa en este vaso
y el fuego tiene rostros esta noche
en la que quiero hablar contigo
de nosotros.

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