En este transcurrir que no transcurre
no sé si voy o huyo de regreso
a tus adioses de mujer de costa
en tu ciudad de lluvias y campanas.
Se me quedaron mudas las promesas
en la fatiga de la indiferencia
y se borraron todos los dilemas
mientras caían una a una
las hojas del otoño,
yo timonel de propias hojarascas.
Fue mi culpa, lo sé.
Sucedáneo de melancolías
propias y ajenas
edifiqué tu rostro en cada muro
en los faroles de las plazas
en las antiguas catedrales
y en cada esquina de un maldito sitio
soñado, de grafito y de asombros.
Lo sé.
Me pudo la palabra que me habita
mas no pido perdón en esta noche
en la que la ciudad está de fiesta
porque incluso en los puertos sucedáneos
los barcos parten y regresan
y cuelgan besos los amantes
bajo de las farolas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario