Ecos de Verona


Ecos de Verona

Hay impulsos que llegan de la nada,
y de pronto, son pálpito
que traspasan felices 
del pecho hasta los labios 
como un leve aleteo de comisuras.

Mariposas perdidas 
que fueron mi sonrisa alguna vez,
hoy rumor de mis trece y sonidos
reconocibles de lo amado. 
Pero el tiempo decide a su ritmo
las notas del comienzo y de los árboles
y sabe transformar en fortuitas 
aquellas sincronías que vendrán
o esas que serán permanencia 
y vibración desde Verona.

Por eso, solo sé que voy
más allá de intentos sonoros
de olvido o invocación,
soy vuelo de mi propio nombre
y si éste suspira aún en tu boca,
dejemos que confluyan 
respiración y mirada
en un nosotros perfecto.


Un día de domingo


Se fragua por las calles de Santiago,
en medio del bullicio distraído,
un algo inevitable que aún no entona
el rezo de los músicos del metro.

Trascendentes y heridos, 
como aves de obelisco,
y en pleno Parque Metropolitano,
revuelan los suspiros que se nacen
entre tú y yo.

Así va, 
plegaria y queja balbuciente,
maduro y, con las prisas de los morbos,
ya casi revelado,
el fruto con aromas de "tequieros"
sobre un labio que tiembla en las esperas,
forzando a que el sabor del beso duela
como el vuelo preciso del rumor 
de Septiembres que aún no han sido 
y que despiertan los sonrojos
delante de un semáforo
y por las calles de Santiago
un día soleado de domingo.

Breves inmortales

 Breves Inmortales

Mira por un momento estas alturas
justo aquí donde asoma la niñez
y una eternidad de ramas,
a nada semejante, 
es eco milenario de piñones.

Mira cómo la sombra escampa
con la extensión paciente de sus brazos.
Cómo crecen el alma, los pehuenes,
y se puebla de voces el silencio.

Lo cierto es que se oye doblegar
al miedo en su terrible verde
y resulta que, a veces, ansiaría
tan solo un poco  
de su resquebrajada indiferencia
al tiempo,
para así imaginar 
cómo suena la muerte cuando huye.

¿Quién podría negar belleza
en esta lentitud tan obstinada?

Mira, solo un instante hacia lo alto
y sé respiración, araucaria decidida
como cuando se ama 
y te preguntas:
¿Habrá algo más cercano a este sentirse
habitados de inmortalidad?


Voy

 Voy, como el que aprendió de los silencios
de la ciénaga en los propios pasos,
buscando los asombros incendiarios
en la palabra apenas pronunciada.

En fuga, y entre espesos batallones
de innumerables yoes malheridos,
partiendo en dos la voz y la fragancia,
lluvia precipitada del olvido.

En aquel árbol, junto a la Araucaria
que cruza el aire, vertical viajera
hacia la luz poblada de la tarde,

y en la propia oquedad que lo divide,
a edificar temblores que sostengan
el polisón herido de los versos,

Voy.


Umbrales del Inicio

Latido en el umbral 


¿Desde qué umbral se abren o cierran destinos? ¿Desde cuál orilla y cuál sombra se define un final a esta historia que quedó temblando en nuestra historia? Se supone que no quedan dudas cuando el pasado es perfecto trazo de promesa arrancada de raíz en plena primavera. Se supone que seguimos siendo inicio. Pero no sé si existe ese lugar donde se detiene el tiempo y los amores se rezan en las noches o siquiera se suspenden... solo puedo decir de los siempre que yo conozco, mínimos átomos conectándose apenas como la distinta respiración, la mirada y su brillo aparecido de repente, y ese latir que es sonrisa, que no tiene explicación, y que no es imaginario entre los dos.


Entre nosotros




Hubo un tiempo de rostros en la espera
en que la luz podía despertarse,
bajo el conjuro herido de la tarde,
con el canto de un pájaro de niebla.
 
Hubo un tiempo en que mayo y la promesa
de los abecedarios fueron Madre
y cuenco de pretéritos lugares,
para inventar silencios en las piedras.

Hubo un tiempo al compás del propio tiempo
que quedó atrapado en un lugar
a la mitad del mar de los sargazos.

Hubo, en fin, de pretérito perfecto,
un final impensado en el umbral
de los inicios, que quedó temblando

entre nosotros.

Pienso en ello


Pienso en ello

La persistencia del árbol, 
su engrosada longevidad 
reescribiendo en solitario el horizonte...

pienso en ello cada vez que el otoño 
se roba el sol 
y las tardes son memoria enrojecida 
como tu voz
y yo sigo adosando costras
al mapa de otro día.
Ya no le caben insistencias del pasado.
- lo sé -.

Mira entre mis dedos.
Cómo se deslizan lluvia, hojas, palabras,
dejándose ir igual que rumor 
apenas se encienden una a una
las luminarias de tanta calle desconocida.

Fue un espino que creí nativo de mis tierras
y no ha dejado de dar sombra...

pienso en ello cada vez que el viento húmedo
borra un beso
y sopla y borra tus ojos, tus manos
y humedece el pan y los papeles
y también borra mi rostro
y supongo que es eso a lo que llaman espejismo.

Reflejados


 
Crece el espino entre las acacias
del parque, y en la esquina indiferente
de la fuente dormida, como un sueño
leñoso para el corazón futuro.

Echó raíces nuevas, de dolores
antiguos como el mundo, para alzar
nidos entre los nudos de su tronco
sin esbozar una sonrisa alada.

Le nacieron columpios de neumáticos,
las tallas del amor, con iniciales 
anónimas y mudas, y un letrero
en las tardes cuadradas de los años
bisiestos con su nombre disecado
por un conjuro antiguo, de espejismos

reflejados.

Ecos de Verona

Ecos de Verona Hay impulsos que llegan de la nada, y de pronto, son pálpito que traspasan felices  del pecho hasta los labios  como un leve ...