Creo en la poesía



porque incluso en los puertos sucedáneos
los barcos parten y regresan
H. DS.


Creo en la poesía


Quiero reconocerte y que me reconozcas,
que los regresos sean permanencia
y sea sal la sal de las lágrimas
y de este mar que ya no quiero se interponga
entre las viejas y nuevas promesas.

Que el sol sea vida y riesgo,
lo mismo para los dos 
cuando seducen sus rayos, 
mientras transcurra
un tiempo que podamos ver
entre los árboles que también transcurran
del ocre al amarillo y al blanco 
y todas las gamas del verde
que se despierta en mis ojos
cuando siento que me miras
y el sur de mi Valdivia
me respira como tú 
tan adentro más allá de mi huesos.

Y es que quiero tanto creerle a la poesía,
porque no sabe de sucedáneos
cuando ha traspasado, el corazón,
las ciudades inventadas.

Fue mi culpa



En este transcurrir que no transcurre
no sé si voy o huyo de regreso
a tus adioses de mujer de costa
en tu ciudad de lluvias y campanas.

Se me quedaron mudas las promesas
en la fatiga de la indiferencia
y se borraron todos los dilemas
mientras caían una a una
las hojas del otoño,
yo timonel de propias hojarascas.

Fue mi culpa, lo sé.

Sucedáneo de melancolías
propias y ajenas
edifiqué tu rostro en cada muro
en los faroles de las plazas
en las antiguas catedrales
y en cada esquina de un maldito sitio
soñado, de grafito y de asombros.

Lo sé.
Me pudo la palabra que me habita
mas no pido perdón en esta noche
en la que la ciudad está de fiesta

porque incluso en los puertos sucedáneos
los barcos parten y regresan
y cuelgan besos los amantes
bajo de las farolas.

Palpitar Conocido



Sin respuestas
a cada ausencia, a cada campanada
enmudecida,
H. DS.


Palpitar conocido


Llevo el corazón a semisombra
y el latido de los días
tiene el mismo color de tantos años.

Querría decir que llegas para mí 
en la primavera,
pero si las flores de los prunos
sobrevivían a las lluvias,
yo he debido naufragar 
entre las lágrimas.

Esperé tanta vida 
después de mis cartas
y tanto le confié a los mapas
que esparcí en mis versos
para que vinieras,
que hoy no sé si duermo
o si aún sueño con que es tu mano
sobre la mía, 
presintiendo ese pálpito conocido 
donde fueron a guarecerse
cada uno de tus besos.



En esta noche




En esta noche nuestra de palpito callado
invento soledades en el vino.

Asgo tu mano y en mi pecho
te descubro poema coincidente
del abrazo a través de las montañas

bajo las sábanas y en este cuarto
que estrecha sucedáneo el húmedo
trasluz de tu ciudad portuaria y gris.

Miro retrospectivamente
mis adioses de versos en la niebla
que se embrean en tus contornos
de sur estatutario. Sin respuestas
a cada ausencia, a cada campanada
enmudecida,
no sé si voy o vengo de regreso.

Y ya no sé si duermo mientras duermes
o vamos juntos a soñar a las auroras
en esta cama amanecida

o simplemente sueño al compás
de los durmientes de los trenes
que alargan el ocaso.

 

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